viernes, 26 de noviembre de 2010

Danubio compartido...

... todos al agua, peces, hombres, caballos, placer sin clases sociales.

+ de mis niños

Grupo de tiempo libre. En ésta imagen de 1986, aparece mi pequeña compañía de actividades extraescolares, teatro de marionetas. Entre ellos está mi hijo... pero tendreis que descubrirlo.

Mis niños

En ésta imagen os presento a los alumnos de mi primera promoción (1977).

sábado, 13 de noviembre de 2010

NIÑOS DE ANTAÑO


NIÑOS DE ANTAÑO



VALERICA PALADE


Érase una vez una niña de ojos azules y cabellos de trigo. Una niña que desde pequeña intentaba complacer a sus padres y traerles alegría. Por lo mucho que lo intentaba pasando los años, se daba cuenta de que no bastaba con ser ella una niña buena para que la alegría reinara en su casa.
Su padre tenía siempre el rostro serio, la cara surcada de preocupación y una mirada perdida sin alegría. Todos los días se iba a trabajar al amanecer y volvía por la noche. La madre igual. Vivían en un pueblo, cerca de la estación de RENFE. La casa, una casa modesta que creció una vez con la niña de ojos azules, era hecha por el padre, con sus propias manos. Al principio dos habitaciones y un pasillo. Una vez terminadas se les añadía otra habitación, una despensa, una cueva para guardar alimentos para el largo y duro invierno.
Los juguetes de la niña de ojos azules eran los ladrillos, los montones de arena y piedra, los saquitos de cal y casi todos los materiales de construcción comprados poco a poco. Nunca tuvo una muñeca de verdad. Ni sabía que existían.
En su barrio las niñas se inventaban sus muñecas de trapos. Sujetando, atando dos palillos de madera en cruz, llevaba una bola de trapo- tenía la cabeza. El resto era facilísimo. Los palitos se levantaban con la baquelita y  la faldita. María, la costurera del vecindario siempre les regalaban trocitos de tela.
Juntas, cada una aportando sus ideas, haciendo muebles para su casita de juguetes. Simplemente con tela en un abanico de colores, hilos, algodón, lana y ramitas de acacias. En primavera, rompían ramitas en flor, se comían la flor de acacias, tan perfumada y tan dulce y con la ramita en trocitos, una camita para la muñeca, una silla y una mesa. Que cosas tan bonitas, tan pequeñas sabían hacer las niñas con hilo de algodón, tela y trocitos de madera. Lo que más les gustaba eran los sillones de tapones de corcho y alfileres.
Detrás de la casa, la tierra siempre se mantenía húmeda y buena para moldear. En un día, el padre le regaló a la niña de ojos azules, un rectángulo de madera chiquitito  y la enseñó hacer ladrillos de tierra amarilla, pajas y agua. Una vez hecha la masa, humedecía el rectángulo metiéndolo en un cubo con agua, lo rellenaba con la tierra preparada y solo moliéndolo de un lado  y del otro, salía un ladrillito pequeño. Una vez fuera del rectángulo, se dejaba al sol a secarse. Después venía la parte de construcción verdadera: ladrillo sobre ladrillo, las juntas con tierra y paja fina, recogida directamente del campo, detrás de las segadoras del trigo. Una vez levantados los pequeños muros, venía la parte más desagradable.
La mierda de caballo, recogida, dejada a secar desmigada y mezclada con  la tierra y agua, era la materia prima para enfoscar las paredes. La niña ha visto varias veces a su abuela hacer eso cuando su casa de adobe tenía grietas después de un terremoto. Cada año su casa era pintada con cal (blanca igual que las piedras que formaban el caminillo de la puerta hasta la casa).
-Yo no quiero tocar la mierda de caballo, dijo Anita.
La niña de ojos azules se puso las manos en las caderas, con los pies apartados y una mirada fulminante:
-         Pues, si quieres tener tu propia casa, tienes que mancharte, si no vete a la ciudad, para vivir de alquiler en una ¨ cajita de cerillas ¨ como dice mi abuela. ¡Ay, que  gente!
Se da la vuelta y con paso rápido te aleja en busca de tortitas de mierda de caballo. El sitio ideal era el corral de Jorge, su vecino herrero. Aquí había siempre mierda de caballo ya seca. Así fue…
-         ¿Qué tal niña, me estás limpiando el corral?
-         Es que…necesito la mierda de caballo para mi casita.
-         ¿Te ha enviado tu abuela? ¿Tienes grietas en las paredes?
-         No… es para la casita de mi muñeca.
-         Ah, entiendo. ¿Me dejarás verla cuando esté acabada?
-         ¡Hombre, cómo no! ¡Muchas gracias!
La niña de ojos azules volaba alegre con el dobladillo de la falda lleno de tortitas de mierda de caballo, como si de una fortuna se tratara. Una vez en casa, se le esfuma toda la alegría. Su padre, fuera de la costumbre, había llegado a casa. El gallinero revuelto. Ocas, patos, gallinas comían con ansia los granos de maíz.
Liba… dijo la niña, se me ha olvidado darles de comer. Lo he fastidiado por hoy… Salió el padre:
-         ¿Qué pasa contigo, niña? ¿Tú has comido hoy?
-         Sí… creo que sí, balbuceó la niña, con la carita roja de vergüenza y remordimiento. Se da cuenta de que aparte de las flores de acacias y los tomates con sal directamente de la huerta, no había comido nada. Tampoco tenía hambre. Todo el día había pensado solo en su casita. No le gustaba causar problemas. ¿Ahora como va a convencer a su padre de que lo quería mucho y lo siente de verdad? Miró de soslayo. Su padre tenía  cara cansada, triste… Se acercó tímidamente y con un hilo de voz intentó pedirle disculpas.
-         Padre, lo siento mucho, es que…
-         Nada de excusas, niña; cada uno de este casa tiene sus responsabilidades. Tu hoy no has cumplido. Te voy a castigar en lo que te duele más. Tu casita – derrumbada. Prohibido subir a los libros.
La niña abrió los ojos de un azul celeste, con las lágrimas rodando en las pestañas. ¨ No puede estar su padre tan enfadado. Se le puede olvidar a cualquiera. Que le derrumba la casita, era y no era doloroso. Más tarde, una vez pasada la ¨ tormenta ¨, pueda construir otra, mucho mas alta y mejor que esa.
Pero que no podrá acudir a sus libros era inconcebible. La abuela materna de la niña de ojos azules, trabajaba de limpieza en uno de los colegios del pueblo. Ella quería a su nieta como a sí misma. Siempre cuando los libros de la biblioteca del colegio se cambian, libros muy, muy castigados de tantas manitas sin cuidado, la abuela los pedía para su nieta. Esto desde cuando empezó a leer: man - za - na , ma – ma … Poco a poco, bajo el techo de su casa, la niña ha acumulado una gran fortuna. Libros de Jules Verne, C. Dikens, Al. Dumas y muchos, muchos otros. Normalmente aquí colgaban trozos de tocino, chorizo casero, racimos de uva. Aquí escondidos en cajas de serrín hibernaban amarillos membrillos, peras, manzanas… Aquí era también el mundo solitario y lleno al mismo tiempo de la niña. En su cabecita, todo lo que pasaba en los libros, parecía tan actual casi como los héroes compartían sus alegrías, sus dolores… con la niña de ojos azules. ¿Cómo va a poder aguantar a no subir aquí? Tenía gana de que viviera su abuelita. En sus brazos gorditos siempre encontraba cobijo. Ella no decía nunca, como su padre… que la niña ya era mayorcita para buscar mimos en su regazo.
La niña de ojos azules no entendía por qué su padre se ponía rígido, taciturno, cuando venía a visitarlos la abuela. Casi no le dirigía la palabra. Venía solo a ver a su preciosa niña de ojos azules. Le contaba cuentos raros, del pueblo, cuentos que no existían en sus libros. Como en la segunda guerra mundial, los alemanes trataban a las mujeres con respeto. Les llamaban fraülein      ; a los niños les daba siempre chocolate, azúcar y les acariciaban las cabecitas susurrando con ojos llorones.
- Kinder, main  kinders…
Los pobres, decía la abuela, la maldita guerra les han arrancado del lado de su familias…
-Abuela pero ellos fueron nuestros enemigos, lo dice en un libro de la historia.
-Púa,  niña, deja los libros de historia. Se supone que nuestros aliados fueron los rusos. ¿Por qué entonces hemos tenido tantos varones en cárceles de Rusia?
-¡Porque han luchado con los alemanes al principio!
- Oye, niña, en Rusia hay un río grande que se llama Don. En el quiebro del Don, cuando hemos vuelto las armas en contra de los alemanes y nos hemos aliado con los rusos, han muerto miles y miles de los nuestros. Cada trozo de tierra reconquistada, tiene tanta sangre rumana que no te imagines. Los nuestros luchaban los primeros. Morían engrasando las tierras ajenas y los rusos entraban para cosechar la victoria. Tu abuelo no ha vuelto nunca de esa maldita guerra. Dicen por ahí que le ha salvado la vida una mujer rusa y que vive con ella y tiene ya otros hijos y que no volverá nunca.
-¿Quién dice eso abuela?
-Uno que ha vuelto de la prisión rusa. Tiene la espalda hecha surcos. Los rusos disfrutaban cortándole la espalda, dejarlo sangrando y después le ponía sal para curarse. Toma medicina, decían riéndose…
La guerra es una puta mierda niña. Si hubieran capado a los que la provocan el mundo hubiera sido mucho más feliz.
-¿Que significa capar, abuela?
-Pues que les corte el cuello…
El padre que aparentemente no parecía escucharlas miró hacia la anciana con destellos de ira en los ojos:
-¿Mujer necia, acaso quieres que nos meta a todos en lá cárcel? ¿Porque les estás contando estas cosas?
-Porque es le realidad crudísima.
-Es una niña, joder. ¿Qué va pasar si se enteran los vecinos? ¿Sabes quién es el informador de la seguridad? No. Te callas y te aguantas como yo.
El puño en la mesa dejo un silencio de tumba. Abuela salió llorando y nadie, nadie se movía. Excepto la niña de ojos azules que salió con su abuela.
-Abuelita, te juro por mis ojos, que no voy a contar a nadie más. No llores ya vendrán tiempos mejores y podremos contar todo esto.
-Sí, mi niña. La ultima que  muere la ¨esperanza¨. Pero yo no viviré tanto.

Así fue, no vivió tanto. Pero vivirá siempre en el corazón de la niña de ojos azules.